25.2.09

Naschmarkt y centro

Nuestros pies, olvidando todo cansancio que la exhaustiva mañana hubiera podido producir en nuestros cuerpos, comenzaron a caminar nuevamente, en pos de la búsqueda del Naschmarkt, situado en Kettenbrückengasse. Quizás no lo sepáis, pero el Naschmarkt y, en general, los mercadillos callejeros de frutas y verduras (y también de vinos), son una de las señas de identidad de las tierras del Norte de Europa; éste, en concreto, era el más famoso de Viena, y estaba situado a tan sólo cinco minutos de nuestro hotel.















Al llegar, nos encontramos de cara con una explosión de color, que llegó de la mano de flores multicolores que se agolpaban en cada esquina y parecían haberse puesto sus mejores galas para saludarnos. Tulipanes, margaritas, peonías... Miles de formas y colores que parecían querer embrujarnos con aquellos largos vestidos más brillantes que el alba. Asimismo, las frutas, las verduras, la carne, el pescado... Todo a un tiempo parecía sacado de un delicioso cuento de hadas, nos transportaba a tiempos pasados; tiempos medievales en los que los mercaderes pregonaban a voz en grito la idoneidad de sus productos.

Lo adoré... y adoré sus voces, adoré su aire, su ambiente... Y adoré la amabilidad de sus comerciantes, su olor... Y la nieve que comenzaba a caer sobre nosotros lentamente...

Pero adoré mucho más el descubrimiento de algo que supuso para ambos dos todo un descubrimiento, y fue la aparición de un nuevo héroe en nuestras vidas: el "warro" mangalica, un tipo de warro que parece una mezcla de warro y oveja (cuerpo de oveja y cara de warro). Nuestra alegría (para unos más que para otros XD), no conoció límites (agh!! quiero un warro de éstos!!!).






Pero había que ir a descubrir más cosas y monumentos, así que nos fuímos en dirección al centro, donde vimos una tienda de muebles con un logo más que curiosos que nos dejó más sorprendidos que un payaso en una cena de gala.











Sin saber cómo ni cuándo, nos encontramos ante la preciosa Iglesia de San Karl, situada en la plaza del mismo nombre (Karlsplatz). Su preciosa cúpula, de color aguamarina (más cercana al verde mar que al azul), aparecía flanqueada por dos bellísimas y altas columnas, enteramente grabadas por unas manos expertas; los relieves, mostraban la historia de algunos de los emperadores cuyos pies habían pasado por la gigantesca construcción.

La imagen de San Carlos Borromeo, cuyo nombre es la seña de identidad del tempo, aparecía en todas y cada una de las manifestaciones del mismo, junto con el último Emperador del Imperio Austrohúngaro, Carlos I (que, casualmente, es beato y está en proceso de canonización por la Iglesia católica, aunque aún no he podido precisar enteramente los motivos).

Me pareció preciosa hasta que Cheto sugirió la brillante idea de subir a la cùpula para tomar unas fotos de la ciudad a vista de pájaro. Lo que me recorrió el cuerpo, fue malo, y más al subir por una maltrecha escalera de chapas y maderas que se movía con cada paso que dábamos ; y mucho más cuando un señor de bastante buen ver decidió subir igualmente, haciendo que todo aquello se tambalease. Mientras Cheto tomaba fotos, yo me cagaba en todo lo cagable, maldiciendo contra las alturas y contra todo (sí, maldecía en una Iglesia); sobre todo, maldije con el señor que estaba haciendo que se moviera la inestable construcción.

Al bajar, temblaba y estaba casi llorando... Vértigo...

La noche iba haciendo acto de presencia, los últimos rayos de Sol acariciaban la fachada de los edificios, en tanto que toda presencia humana iba abandonando las calles de la Viena Imperial. La catedral de San Stephan (situada en la plaza del mismo nombre), se veía sumergida en un mar de sombras que tan sólo las tenues luces de las farolas podían romper.

Entonces, un encuentro... Una palabra en nuestro idioma, sonrisas, una sorpresa... Se trataba de un hombre vestido a lo Mozart (casaca azul celeste, sombrero de tres picos y pantalón azul), que promocionaba conciertos, pero eso no quitó que estuviésemos un buen rato hablando, muertos de frío, en mitad de la Stephanplatz. Habló de la Eurocopa, manifestando orgulloso que: "Yo, en la final, estuve al lado de Manolo el del Bombo"; diciendo lo mucho que le gustaba España, hablando de todo y de nada a un tiempo.















Recuerdos de un deporte, recuerdos de varios partidos... Un austríaco que nos habla de la belleza de España, de Andalucía; que se para con nosotros a hablar y nos obsequia con la mejor de sus sonrisas; palabras en español, intercaladas con anglicismos varios.

Una propuesta que no podíamos rechazar (un concierto, ópera... un recital)... Un obsequio:champán!!

¿Y qué mejor nos podía ofrecer Viena... que deleitarnos, al día siguiente con la música de Mozart y Strauss? Concierto, ópera... Recital...

Pero mientras, tocaba irse a "momir"... para volver a levantarse a las 7:00hs!!! Pero antes de llegar a nuestro modesto hotelito, nos dio tiempo a ver la magnificencia del Hotel Sacher, donde un mísero trozo de tarta puede costarte hasta 20€.

1 comentario:

Cheto dijo...

El Naschmarkt me gustó mucho, por el colorido que había en todos los puestos, con los productos frescos en hileras a un lado y a otro. La verdad es que tiene que dar gusto vivir en Viena e irte a hacer las compras allí ^_^

El Mangalica la verdad es que me dejó a cuadros XD 24 años de vida y desconocía por completo la existencia de una variedad de warro con pelo, q fuerte. Supongo que ya tienes nuevo ídolo, jejeje.

Lo de la iglesia de San Carlos yo lo sigo diciendo, no sé cómo te atreviste siquiera a intentar subir :P pero te lo agradezco, porque gracias a ello pudimos sacar unas cuantas fotos interesantes.

Y qué decir del colega que nos vendió las entradas para el concierto :) yo creo que es el vendedor ambulante más simpático con el que me he topao. Y sí, la verdad es que me dejó loco cuando dijo que estuvo al lado de Manolo el del bombo XD