10.10.07

Sissí: Demasiado joven ¿para el dolor?


Y es que nadie le había advertido a Sissí que aquel cuento de hadas del que ella se creía protagonista era sólo una ilusión. Pronto, las presiones por parte de su marido, las indirectas del Gobierno y, sobre todo, la omnipresente presencia de su malhadada suegra, comenzaron a truncar aquella salud otrora fuerteque se había forjado en los bosques de Posenhoffen, comenzó a decaer progresivamente, ante las cadenas del deber que la atenazaban.

Pero nadie le había enseñado que también una jovencita de diecisiete años podía sentir dolor...



Al año siguiente de su matrimonio, nació su primogénita, la archiduquesa Sophia. Sissí tenía apenas diecisiete años, y no sabía realmente lo que ser madre suponía, al menos en opinión de los que la rodeaban. Su suegra, siempre en posesión de la verdad, le arrebató a la pequeña de su lado, instalándola cerca de sus habitaciones e impidiendo que Sissí apenas pudiera ver a la pequeña Sophia. Hasta el nombre de la niña fue elegido por la archiduquesa, porque, en sus propias palabras: "¿No querrás llamarla Ludovica?", haciéndole entender que el nombre de la madre de la emperatriz (aunque fuese su hermana) era horrible.

Sissí no se resistió...



Y tampoco opuso apenas resistencia cuando nació, un año después, su hija Gisela; su omnipotente suegra (quien se creía el centro de toda la humanidad) nuevamente tuvo la maravillosa idea de asumir la crianza de esta nueva niña, hasta tal punto que consideró a Sissí como inexperta y falta de la adecuada educación para ser madre. Pero hubo Sissí no pudo aguantar mucho tiempo esta situación...





Con motivo de un viaje a Hungría, tierra donde fue coronada reina junto a su marido, en presencia del conde Gyula Andrassy (del que, más adelante, se diría que fue posible amante de la emperatriz), la joven emperatriz se empeñó en llevarse consigo a sus dos pequeñas hijas. En un primer momento, la archiduquesa Sophia se opuso, pero (quizás por primera vez) Sissí removió cielo y tierra para que, por una vez, se hiciera su voluntad: se encaró con su suegra, con sus familiares (su madre, Ludovica, también dudaba de su incapacidad para criar a sus hijas) y contra el propio emperador. Fue una de las pocas batallas familiares que ganó, pero pagó un alto precio por tener a sus hijas a su lado...

Ese mismo año (1857), las niñas habían pasado una enfermedad y se enfrentaron a un largo viaje (desde Austria a Hungría), algo que la pequeña Sophia, pese a tener más edad que Gisela, no pudo soportar, muriendo al poco tiempo a la tierna edad de dos años.

Ese fue uno de los peores golpes para Sissí: a partir de ahí, su suegra la martirizaría (lo mismo que sus propios padres) haciéndola culpable de la muerte de la pequeña Sophia. La pobre emperatriz, se vio obligada a dejarle el cuidado de Gisela a su suegra. Ese fue el inicio de su depresión...

Un año después, nació Rudolf, el príncipe heredero o Konsprinze (1858). A partir del nacimiento de Rudolf, Sissí sintió una especie de liberación; ya había realizado la misión para la que había sido elegida, ya había dado un heredero a la corona, y su útero no sería utilizado jamás con ese fin.No obstante, fue a partir del nacimiento de su hijo cuando se expandió el rumor de que la emperatriz odiaba a los bebés, que les repelía su olor y que el sólo el tener un bebé cerca le causaba náuseas. Sólo es un rumor, pero se decía que, su propia suegra, para mantenerla lejos de sus retoños y ocuparse ella de sus cuidados personales, llegó a embadurnar a los pequeños en aceite de ricino o alguna sustancia sin determinar que repelía a la emperatriz (recordemos sus trastornos alimenticios). Esto que digo es tan sólo un rumor: no podemos creerlo fehacientemente, pero se me hace muy raro que Sissí no quisiera a sus hijos, siendo una joven tan delicada y cariñosa como la describían.

Pero volvamos a la historia de Rudolf...

A pesar de ser varón, era el hijo que más se parecía a Sissí: tenía un temperamente dulce, una inteligencia despierta y una sensibilidad excesiva para todo lo que le rodeaba. Escribió varios tratados sobre biología y algunos libros de poesía bajo pseudónimo (igual que haría su madre); baste decir, que el joven príncipe idolatraba a su madre y la veía como un hada de cuento a la que casi no podía alcanzar. Fue su debilidad y sus últimos años los empleó en acercarse a ella poco a poco... Pero su vida sería breve: años más tarde, su cuerpo sería encontrado en el pabellón de caza de Mayerling junto al de su joven amante María Vetsera. Las causas de esta muerte aún son inciertas, pues van desde el suicidio hasta el asesinato.


Esta muerte supuso un grave revés para Sissí (hay que tener en cuenta que era el segundo hijo que moría); le marcó hasta tal punto de que, a partir de ahí, sus vestimentas fueron rigurosamente negras hasta el día de su muerte. También, se puso en contacto con varios espiritistas para poder hablar con Rudolf: pensaba que si podía entablar contacto con el espíritu de su hijo aclararía muchas cosas sobre las extrañas circunstancias que rodearon su muerte.


Quizás su mayor tristeza fue que Rudolf, al igual que Gisela, le fue arrebatado de su lado apenas nació, siempre abatida por el remordimiento de la muerte de Sophia, que su suegra no cesó de recordarle hasta el final de sus días. Por eso, quizás su muerte supuso mayor tristeza para ella debido a que no pudo pasar con él todo el tiempo que quiso. Eran almas gemelas, y de buena gana Rudi hubiera seguido a su madre en todos los viajes que ésta realizó alrededor del mundo. Ella lo sabía...

Eso no pasaría con María Valeria, la hija adorada de Sissí, con la que volcó todo el cariño maternal que le habían impedido volcar con sus hijos mayores. Dicha relación provocó ciertos celos en Rudi, quien, por un tiempo, no pudo siquiera ver a su hermana pequeña al pensar que le robaba el cariño de su madre.

Pero la vida de Sissí no iba a quedar marcada únicamente por sus hijos o por una suegra que siempre cuestionaba la totalidad de sus actos...

Próxima entrega: "Sissí, la emperatriz errante"



N.A: Este último retrato que adjunto es, quizás, el que más me gusta. Mirad los ojos de la emperatris: reflejan una tristeza que su aparente y dulce sonrisa no puede esconder. Miraba más allá de lo que los ojos veían...


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