30.4.07

Los 21 Guerreros: Cuento 9

El 9º en caer, y ya quedaban menos...

Aunque todos demás tenían algo que celebrar, Katter estaba sumamente deprimido. Nada le había ido bien desde que fue elegido el responsable de la nueva catapulta, construida especialmente para el ejército del general Arghem. Aunque en un principio tenía una cierta curiosidad que lo animaba a continuar, su ilusión fue decreciendo, ya que en ninguna de las batallas en las que había participado llegó a utilizar tan potente arma.

Se sentía inútil. Esa noche, mientras todos sus compañeros disfrutaban a lo grande con el banquete, el se sentó solo, en una pequeña mesa. No quería escuchar las hazañas de sus compañeros, ni de los soldados a los que habían arrebatado la vida en la batalla que acababan de liberar. Aunque se celebraba una victoria, Katter no tenía ningún motivo para ser feliz. Destrozado, abandonó la carpa en la que se servían las viandas y se puso a caminar en la oscuridad de la noche, hasta que llegó frente a la catapulta, motivo de todas sus penas. Sus compañeros de división competían y se divertían en el campo de batalla, luciendo sus habilidades. Pero él sólo ha podido participar con su arma una sola vez: en el primer entrenamiento, para ver que funcionaba. Desde entonces nada. Él permanece siempre en última línea de batalla, expectante de que algún general le diera la orden de participar... una orden que nunca llegó. Estaba desesperado, así que decidió acabar con todo de una vez por todas. No soportaba ser un lastre inútil. Lo que él había querido siempre era ser espadachín, tan sanguinario como el gran Müdder. Pero ya no había marcha atrás. Se subió a la cesta de la catapulta y utilizando la espada que se había anquilosado en su vaina, cortó las cuerdas y salió disparado hacia el infinito...

Katter fue el noveno en caer, y cada vez quedaban menos...

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