19.3.07

Los 21 Guerreros: Cuento 4

El 4º en caer, y ya quedan menos...

Awel Lanner era uno de los oficiales más respetados por el Rey Koh, al que había servido durante muchos años. Ahora era conocido por todos sus subordinados y admirado por su pueblo, no sólo por su habilidad con la espada, sino por su gran corazón. Honrado y noble como el que más, incluso con el enemigo más villano. Cuentan las gentes que en su última batalla salvó a un soldado enemigo cuando estaba a punto de ser aplastado en el desplome de una casa. Otros dicen que advirtió a una niña del ataque de su ejército para que le diera tiempo a refugiarse. Aunque nadie supiera esto con certeza, no era de extrañar en un personaje tan carismático como Awel.

La batalla por Valdher acababa de terminar, y el ejército del Rey Koh se enorgullecía por la victoria, que, aunque dura, fue muy gratificante para los planes del monarca y para la moral de sus hombres. Awel Lanner, como de costumbre, se entretuvo en dar la enhorabuena a sus compañeros y dar su bendición a los caídos. Esa misma noche, como era costumbre tras cada batalla, los supervivientes se reunieron para celebrar un funeral por las almas de los que habían perecido. Mientras se guardaba el más absoluto silencio Awel sintió una mano en su hombro: era la del general Arghem, que le invitó a su tienda con gesto preocupado. Una vez allí encontró que el resto de los generales de su división también les esperaban. Awel sintió la tensión del momento. Una vez estaban todos dispuestos, Arghem le dirigió unas palabras a Arwen sobre su trato con las gentes del enemigo. Éste, extrañado, le comentó el famoso incidente del soldado al que salvó de las llamas y el de la niña a la que advirtió que se escondiera. Este último detalle sobresaltó a los presentes. Arghem intentó poner orden para seguir hablando con el oficial. Al parecer la niña era en realidad una espía del reino de Valdher, que fue enviada específicamente al encuentro de Awel, conocido por todos por su bondad. En cuanto supo de sus intenciones, la niña lo comunicó a su ejército y este preparó la tan férrea resistencia que se encontraron los ejércitos del Rey Koh. Awel, sin salir de su asombro, fue arrestado por alta traición, aunque no fue condenado a la ejecución, tanto por el positivo desenlace de la batalla como por sus servicios prestados, acabó encerrado en la prisión del campamento, donde esperaría hasta ser llevado de vuelta a su tierra natal, donde permanecería encarcelado el resto de su vida.

Awel fue el cuarto en caer, y cada vez quedaban menos...

1 comentario:

Mavichi dijo...

La historia sigue adelante,y no tiene pinta de que el final vaya a ser bonito y de ensueño.

Todos están cayendo uno por uno... y cada vez faltan menos.